Clive Crook

Echele la culpa a la izquierda quejumbrosa

Si a los demócratas les va hoy tan mal en las elecciones legislativas como parece probable, hay que reconocer que la izquierda estadounidense habrá jugado un gran papel en su propia caída

Por: Clive Crook | Publicado: Martes 2 de noviembre de 2010 a las 05:00 hrs.
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Las encuestas pueden equivocarse, pero si tienen razón, a los demócratas les cortarán la cabeza en las elecciones hoy. Si el partido pierde control de la Cámara de Representantes, y posiblemente del Senado, la administración del presidente Barack Obama se verá forzada a cambiar de rumbo o quedará paralizada. Dos años después de que la izquierda estadounidense celebrara la muerte del conservadurismo y el comienzo de una nueva era progresista, un sorprendente retroceso parece muy probable.

Tentando a la suerte, antes de que esto haya ocurrido, preguntémonos a quién culpar. Como la crisis financiera, un evento de este tipo tiene múltiples causas.

Primero, por supuesto, la economía. En 2009, Obama heredó un desastre mucho mayor que el percibido en ese momento. Sólo el desempleo, que es más una falta de la administración previa, augura una paliza al partido en el poder. Para algunos, no se necesita más explicación.

Sigue el presidente. Contemos las acusaciones. Estaba fuera de sintonía. Fue demasiado académico. Fue demasiado condescendiente. Fue demasiado negro. No lideró. Delegó demasiado en el Congreso. Se rindió a la izquierda. Se rindió a la derecha. No peleó por las ideas progresistas. Se interesaba sólo en ideas progresistas.

Los críticos insisten en que sus políticas eran erradas. Fue demasiado tímido, dicen los liberales. Se excedió, dicen los conservadores. De nuevo, nunca pareció estar a cargo: sus políticas no eran sus políticas.

Nadie siente que la derrota demócrata sea un msiterio. Mi teoría favorita enfatiza la economía, que la administración ha manejado razonablemente bien en circunstancias difíciles, combinada con serios errores de cálculo políticos. Obama con frecuencia aceptó compromisos centristas (en el estímulo, en la reforma de la salud) decepcionando a la izquierda, pero sin defender esos compromisos, haciendo que los moderados se preguntaran hasta dónde llegaría si se le daba la oportunidad de seguir. Ofender a ambos segmentos fue un error evitable.

En parte, entonces, esta elección tiene que ver con la molestia en el centro y un esfuerzo por decirle a Obama suficiente. Pero si esto es correcto, y los sondeos aciertan, uno debería poner especial atención al rol jugado por la izquierda en su propia caída. Esto no tenía que ser así.

He dicho antes que el principal error de Obama fue preocuparse más de consolar a los demócratas insatisfechos que de mantener a su lado a los centristas que votaron por él en 2008. Haciendo campaña en el camino a las elecciones, dejó más claro que antes que esta era su prioridad. Todos los discursos, apariciones, saludos, se inclinaban hacia el mismo lado.

Su mensaje al centro ha sido: Dicen estar preocupados por la dirección del país. Bueno, sé que han estado bajo presión. Hablemos de nuevo cuando haya terminado de discutir la estrategia con estos sindicatos del sector público, comentaristas liberales, figuras de televisión de izquierda y blogueros progresistas.

La administración podría decir que no tenía opción. Tenía que volcarse a la base. Complacer a los votantes de centro, si pudiera hacerse, no servía si los demócratas convencidos no votaban. Tácticamente, era mejor priorizar como lo hizo. Como asunto de aritmética electoral, no estoy de acuerdo, pero el dilema era real.

De todos modos, suponga que la base democráta no hubiera estado quejándose. Suponga que hubiera visto, por ejemplo, que insistir con la reforma de la salud era un desafío político en medio de la crisis económica. Suponga que entendía que remozar un sistema de salud (casi 20% de la economía de EE.UU.) que a muchos estadounidenses les gustaba era una gran tarea. Suponga que le impresionara que Obama lo hiciera de todos modos y que hubiera estado dispuesto a ir más allá.

Suponiendo todo eso, la estrategia de Obama para las elecciones legislativas podría haber sido diferente. Seguro de la lealtad de la base, podría haberse dedicado al centro, defendiendo sus políticas como compromisos centristas, y haberle dicho al país que sus preocupaciones eran las mismas de él.

Así que el crédito a quien lo merece. La quejumbrosa izquierda tiene la agenda llena despreciando a los republicanos y a quienes votan por ellos. Pero siempre encuentran tiempo para atacar a su propio equipo y exigir palmaditas en la cabeza. El rol de la izquierda en las elecciones de hoy no puede dejar de reconocerse.

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